Soy la muerte y éste es uno de mis templos
- Eva Rosete
- 26 sept 2019
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 30 jul 2020
Soy algo mítica. Una figura como yo crea miedo porque se ha vinculado la imagen de un esqueleto con las películas de terror. De no ser así, ¿por qué las personas sienten algo negativo hacia mí, si al final todos tenemos esa figura ósea?
Creo que también influye el manto misterioso que me envuelve. Algunos dicen que soy satánica, otros que solo me rezan los narcotraficantes. Otros, que soy ángel creado por Dios para llevarlos al reino de los cielos, otros que soy lo único seguro en la vida. Soy la santa muerte, a quien le rezan millones de personas en sus hogares y en el templo de Tultitlán, Estado de México, es uno de los pocos donde pueden ir a orar de forma pública. Me veo desde la avenida José López Portillo, estoy en un santuario creado por un hombre que solo deseaba un lugar para aquellos que me rezan: Jonathan Legaría Vargas.
Mis creyentes son de todas las edades, sexos, oficios o carreras, ubicación geográfica, es cualquiera que cree en mí, algunos piensan que solo con pedir doy, y otros tantos que no saben de mi creen que si no me cumplen me llevo a un ser querido.
Soy justa, no le quito la vida a alguien solo porque no me cumplió la manda (la promesa hecha durante el rezo entre el creyente y la Santa Muerte). La devoción a mi figura data desde la época prehispánica, los aztecas me llamaban Mictecacíhuatl (miquitl es muerte, técatl persona de y cíhuatl señora) señora de las personas muertas.
Pero mis fieles siguieron expresando su amor por mí, sobre todo durante finales del siglo XX, se edificaron templos en mi nombre y con mi figura. Soy una entidad espiritual creada por Dios, para el privilegio de los seres humanos, eso dice la revista de Santa Muerte adoración y secretos.
El hogar más grande del mundo
En los periódicos locales y el chisme de la tarde eran sobre mí. El 27 de enero del 2008 se abrieron las puertas negras de metal en San Mateo Cuautepec 54948, Fuentes del Valle, Tultitlán. Durante la construcción muchos pensaban que sería un Cristo, como el que se encuentra en el panteón Jardines del Recuerdo, Tlanepantla, pero conforme pasaron las semanas, mis 22 metros de altura y 6 metros de base hecha de fibra de vidrio, escandalizaron al vecindario. Templo de la Santa Muerte Internacional, encabezado por Jonathan Legaría Vargas, conocido como Padrino Endoque, quien guiaba las misas los domingos a las 14:00.
Mis devotos son choferes, vendedores, amas de casa, meseros, obreros, policías, militares, maestros, rateros, etc. Yo no juzgo a lo que se dedican, así como Dios perdona a cualquiera que sienta remordimiento.
Miles de personas venían a verme. El culto a la Santa Muerte comenzó en la década de 1940, en los barrios populares de Ciudad de México. Después se extendió a todo el país. No está reconocido por el Vaticano ni por la Secretaría de Gobernación (Ministerio del Interior). El primer templo de la ciudad está en Tepito.
El lugar donde construyeron mi casa era el terreno de Legaría, unos dicen que fue por una manda ya que él era policía federal y estaba metido en cosas ilícitas, el propio Vargas en la inauguración declaró que fue por la ayuda que le dí en su lucha contra el cáncer. En todas sus entrevistas decía que el propósito del templo era llevar al mundo lo que realmente es la fe hacia mí. Ahora soy negra que significa protección total, el cambio de mi color tiene que ver con el asesinato Jonathan Vargas.
La historia de una muerte
“Acribillan a balazos a un líder del culto de la Santa Muerte en México” y “Asesinan al líder del Grupo Santa Muerte Internacional” son algunos de los encabezados del 31 de Julio de 2008 de periódicos como La jornada o portales de internet como La crónica. Ahí narraban cómo esa misma madrugada, a las 3:00, en los carriles centrales de la Vía López Portillo en el municipio de Ecatepec, fue asesinado Jonathan Vargas a los 26 años de edad. Vargas era comandante federal. Un portavoz de la Procuraduría (Fiscalía) de Justicia del Estado de México, en la zona metropolitana de Ciudad de México, dijo que el crimen tuvo lugar el jueves, cuando un grupo de desconocidos disparó 150 balas contra la camioneta del predicador de ese culto, 50 de las cuales impactaron en su cuerpo con una AR-15 y AK-47, pero no estaba solo, dos mujeres lo acompañaban: Marisol Montoya Rivera, de 24 años de edad, tenía siete meses de embarazo y resultó lesionada de 10 balazos, murió días después en el hospital, y Luz Muedano Guzmán, de 31 años, resultó ilesa.
La investigación policiaca se determinó que era un ajuste de cuentas por sus conexiones con el narcotráfico. En los medios como La Crónica de Hoy, se mencionaba que la recompensa por el asesino del Comandante Pantera era de $250,000.
Enriqueta Vargas, la madre de Jonathan Legaría y una devota mía, expuso a los medios que no estaba de acuerdo con lo que declaraba la policía, ella fue quien ofreció la recompensa y creía que la muerte de su hijo fue por sus creencias. Además pidió que se investigara el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, quien –dijo– se burló en medios de comunicación de la muerte del Comandante Pantera, al decir que “quería tanto a la muerte que ya se lo llevó”. Además, durante una entrevista a La Jornada preguntó: “¿No será que detrás de sus opiniones que (el obispo) hizo sobre la ejecución se esconden hechos inconfesables que salieron a flote sin proponérselo?” También pidió que las investigaciones incluyan al director de Desarrollo Urbano de Tultitlán, Salvador Castañeda, quien ordenó la suspensión de mi templo ya que no se tramitaron licencias de construcción para erigir tres accesorias al inmueble, en las cuales actualmente se venden artículos religiosos, por lo que se impusieron sellos de suspensión, María de los Ángeles Montes Vázquez y Enriqueta Vargas, solucionaron los problemas legales unos meses más tarde, y así regresaron mis devotos, ahora a cargo de la señora Vargas se puso a cargo del lugar. Cuatro años después "El Universal Edomex" publicó un nota sobre Enriqueta Vargas Ortiz, la Madrina Enriqueta, quien escribió el libro “¿Quién mató al comandante Pantera?”. En él, habla del homicidio de su hijo desde el momento que le informaron del tráfico incidente y enumeró las irregularidades de las autoridades. Además se indica que ella tuvo que investigar al respecto y dar con el presunto responsable del crimen de su hijo, un policía federal.
Piedra, cemento y fe
Mi templo está a dos cuadras de la estación del Mexibus “Las Fuentes”, hay dos puertas grandes, negras con cruces doradas y alambre de púas, solo una está abierta. Al entrar hay dos murales a cada lado: en la izquierda una leyenda que dice: bienvenidos al templo de la santa muerte internacional. Del derecho cráneos oscuros. De frente se ven las bancas y el techo de policarbonato con 3 (distribuidos) megáfonos y dos lámparas que me iluminan por la noche.
Al fondo del terreno hay cuatro pequeñas construcciones en forma de cuarto con grande con 4 santas muertes. De lado derecho se encuentran más vitrinas con Santas Muertes y diversas ofrendas.
Mural representativo de la familia Vargas, mi representación en la época prehispánica y la actualidad (los baños están a la derecha). A su lado una de las puertas y luego la entrada (del lado del templo) de la tienda donde hay imágenes, cuadros, ceniceros, aerosoles, fragancias, inciensos, libros de oraciones, etc. Para el altar, las figuras más pequeñas cuestan $80.00 y los más grandes $2,000.00, los cuadros cuestan desde $150.00 hasta $500.00, entre otros productos que se encuentran en el lugar.
“Misas”
El concepto de misa es: una ceremonia religiosa de la iglesia católica en la que se celebra el sacramento de la eucaristía y se hace el memorial de la muerte y la resurrección de Jesús, según el diccionario. Mis devotos las nombran así, aunque estrictamente no deberían, pero por el vínculo que hay entre Dios y yo en el culto, dicen que son Misas, no ceremonia, el cual es un acto o serie de actos públicos y formales solemnes de acuerdo con reglas o ritos fijados por la ley o por la costumbre. Todo inicia desde las 11:00, cuando las personas empiezan a llegar para la ceremonia. Mi congregación está compuesta principalmente de familias o matrimonios, en ocasiones van personas no devotas para acompañar. Cuando dan las 13:30 llega el grupo de la Santa Muerte Internacional, la Señora Vargas. Después de unas palabras de aliento para aquellos que van enfermos o a pedir por un ser querido en estado grave de salud, se inician los avisos de donde estará la señora Vargas: ceremonias, pláticas y eventos para la difusión del culto. En ocasiones algunos devotos, que logro ver desde la entrada, marchan arrodillados hasta alguna de las “casitas” a dejar su ofrenda, puedo oír a algunos gritando: “ánimo, hermano”.
“Aquí no hay policías, militares, asaltantes, choferes, vendedores, aquí solo hay hermanos y devotos a nuestra queridísima Santa Muerte”.
Se colocan dos huehuetls (tambores hechos de madera y cuero que son instrumentos utilizados en la danza prehispánica), se prende un saumador y tocan 3 caracoles, mientras una niña de aproximadamente 6 años (hija de una pareja de los organizadores), grita a todo pulmón y tocando una campana: ¡Santa Muerte! Acompañada por los instrumentos aztecas. Con padre nuestro y oraciones creadas por la Señora Vargas para pedirme protección y amor, durante 40 minutos cientos de personas me rezan.
Un templo para miles
La devoción por mí con el nombre que tengo ahora solo existe en México y aún hay muchos tabús alrededor de mí.
Mis devotos no son satanistas, más bien mantienen viva una creencia que proviene desde la época prehispánica, por eso en los eventos de oración utilizan elementos de la cultura azteca. Yo y mis fieles, en mi templo, no discriminamos a nadie por su género, color, profesión o preferencia sexual. Al final, como dicen algunos, lo único seguro en esta vida soy yo: la muerte.
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