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¿Quién nos cuida? Un policía de tantos

Actualizado: 3 ene 2020




Cuatro años de policía y veintiocho de vida, elemento de tránsito y ahora sectorial, un cargo y encarcelamiento por ejercicio ilegal de la función pública, decenas de delitos frustrados, la impotencia de no haber podido dedicarse a lo que siempre anheló y la injusticia en unos ojos que miran constantemente a una ventana están sentados con el nombre de César H. en una silla frente al comedor, el asiento predilecto de este policía, porque cuando está ahí no escucha un llamado por la radio, ni viste el uniforme azul que le pica y que le hace sentir que se encuentra frente a la muerte cada segundo.

Las manos que han agarrado un arma de fuego, las esposas para detener a un criminal y las celdas de la cárcel, son las mismas que ahora juguetean con la cuchara que está sobre la mesa, -sin cubiertos, sólo me dieron un vaso de plástico, me formaba y me servían chilaquiles, me los comía directo del vaso y luego tenía que enjuagarlo para que me sirvieran el peor café que hasta el momento había probado (¿qué sentías en ese momento?) sentía mucho coraje, un nudo en la garganta porque yo sabía que no merecía vivir eso, hay personas que matan, que secuestran, violan, roban y yo era quien estaba ahí”.


YO SÍ HICE MI TRABAJO, ELLOS NO.


El 28 de agosto de 2014 un tráiler que circulaba por el entonces Distrito Federal, avanzó sobre Viaducto Miguel Alemán sin que se le impidiera el paso a la altura del cruce entre Periférico y Viaducto, punto en el que se tenían que encontrar otros elementos de seguridad que le avisaran al conductor de la unidad que no podría pasar metros más adelante debido a que no cabría por el puente de Insurgentes-era responsabilidad de ellos, por su incapacidad de hacer lo que tenían que hacer el tráiler se atoró, por su culpa yo tuve que ir a sacarlo, pase horas intentando movilizar la vialidad, yo sabía que tenía que agilizar el tráfico- (Entonces…¿por qué terminaste en la cárcel?) porque junto con mi pareja fuimos los únicos que asumieron la responsabilidad, porque era a unas cuadras de donde vivía nuestro jefe de gobierno (Miguel Ángel Mancera)


En espera

Cuando al reloj le faltaban tres horas para el medio día, la avalancha de malas noticias comenzó a sepultar la libertad de César H. y la de aquel otro “azul” que lo acompañaba; ambos fueron trasladados a la Fiscalía de Servidores Públicos ubicada en la calle de Vallarta en la delegación Cuauhtémoc, donde “comenzaría la peor experiencia de mi vida”, dice mientras su cuerpo grita con coraje a través de la mirada baja y los puños apretados.

Las horas que le faltaron al reloj llegaron y la última piedra cayó, << Van a pasarlos al del Oriente, tiene derecho a una llamada, que alguien venga por sus cosas porque aquí no somos bodega>>

De sus labios encolerizados salen los recuerdos de los hórridos momentos que vivió tras las rejas, que a pesar de no ser mucho tiempo, en su memoria están incrustadas humillaciones y el paisaje carcelario -los reos defecando en las coladeras de los pasillos por las que todos pasan, personas durmiendo amarradas en celdas para cuatro pero donde viven 14, objetos que ni yo tengo estando en libertad, guardias bajo el control de los mismos delincuentes, aunque esto no es muy diferente a la realidad.

Actualmente el caso sigue abierto, César continúa peleando por la devolución de medio año de sueldo del que fue privado a causa del delito que se le adjudicó y del que “definitivamente no era responsable, mi único error fue hacer mi trabajo”

Este policía nunca soñó ni aspiro a serlo, aunque terminó entregándose a algo de lo que ahora se arrepiente, pero ¿sólo de eso?...

No, de lo que más me arrepiento es de no haberle echado ganas a la escuela, yo hubiera querido ser escritor o periodista, últimamente me gusta la música, pero no se me hizo, ser policía era lo que había en el momento y lo que tuve que tomar, como el 99.9% de los que trabajamos en esto, te lo aseguro.

En su voz hay rencor, los nudos en la garganta patean cada palabra que intenta decir para mantener la cordura, “yo no tenía necesidad de pedir un préstamo de más de cien mil pesos para mi libertad, con ese dinero yo hubiera hecho muchas cosas”


¿QUÉ QUERÍAS SER?


Sueños

César abre la puerta de su habitación, la luz que entra por la ventana impide ver con claridad sus otras cuatro paredes, poco a poco los ojos ajustan, sobre la cabecera de su cama está una foto de The Sex Pistols, “me gustaban mucho cuando tenía 16 años y me creía punk, usaba chamarras con estoperoles y rompía mis pantalones”. Al fondo hay una silla sobre la que reposa una Fender Fa-100, y a capricho de la intrusa César comienza a deslizar sus dedos sobre las cuerdas, “sí, como no ¿cuál quieres que toque?”, se oyen las notas de Slide Away de Oasis, “a muchos les parece raro, esperan que todos los policías escuchen banda o algo así, pero jamás rock, mucho menos que toquen un instrumento y ni en sueños que canten… <<Slide away, and give it all you've got, my today, fell in from the top>>.

“A veces quisiera ser abogado, hay muchas cosas que siempre quise ser, tal vez no sé cuál porque nunca se me dio la oportunidad de descubrir para qué era verdaderamente bueno por las necesidades que tuvo mi familia, yo era buen portero en los equipos de la escuela, me hubiera gustado jugar con el Cruz Azul, a lo mejor así ya tendríamos otro trofeo” y suelta la carcajada que se había restringido desde que comenzó la entrevista “la guitarra fue un gusto, aprendí viendo videos en internet, ahora que la domino sólo me falta componer canciones para estar completo”. César acaricia su guitarra, la toma con cuidado “porque es la primera y me hace muy feliz”.

El momento se vuelve ameno cuando decide hablar de las cosas buenas que tiene trabajar en algo que no le gusta: “efectivamente me desagrada, es algo que me ha hecho odiar muchas cosas, pero tengo que reconocer que no todo es malo, en la policía yo conocí a verdaderos amigos, quienes han estado conmigo cuando he salido lastimado de algún enfrentamiento, si entre policías no nos cuidamos y apoyamos nadie lo va a hacer, exceptuando a nuestras familias”

La oscuridad que se posa bajo sus ojos nace del sonido de la alarma a las 3:30 am, cada día se levanta de la cama con menos ganas que el día anterior, “estoy harto de ser policía…(¿hay algo que te motive?) la hermandad que se hace entre compañeros me entusiasma (¿por qué?) todos los días salimos del sector sin saber si vamos a volver, no me gustaría faltar un día y que a un compañero le suceda algo, es triste no poder despedirte”. César guarda silencio ante la suposición de que ha perdido a algún colega, ¿qué razones habrá para que alguien niegue algo que no le ha sucedido?


LAS EXPERIENCIAS BONITAS Y ALGO MÁS


Hace una pausa, porque “pocas veces me he puesto a pensar en qué otra cosa me retiene en la policía”. Son pocas las respuestas, porque a César le ha dado el tiempo de tronarse sus veinte dedos más de cinco veces, tal vez es una de las razones por la que le tiemblan las manos


“la sensación de adrenalina, sentir que pude salvar una vida, la mía, la de los demás también pero si salvo la mía es mucho mejor y admito que ya me gusta ponerme en peligro”.

De un momento a otro sus movimientos comienzan a ajetrearse, cada uno es un disparo de buenos recuerdos que le llegan de golpe, “si hay cosas bonitas y algo más, pero es alentador que te agradezcan cuando haces algo por alguien, eso se siente chingón… ya lo pensé y si hay cosas bonitas, es bonito salvar una vida, es grato que no te arresten por algún incidente, es tranquilizante que te agradezcan… pero lo más placentero es ganarte el respeto y reconocimiento de tus compañeros y superiores por ser un policía que si <<le atora>> un policía que no se acobarda y cumple con su trabajo, cuando uno ha vivido toda la porquería del sistema se comienza a agradecer cosas tan sencillas pero valiosas como el agradecimiento y reconocimiento”

“Que alguien diga ¡Gracias! significa mucho”.

PERSEGUIDOS

El pasado abril del 2017, en la colonia La Cañada, de la delegación Álvaro Obregón

por la frecuencia policial se lanzó un reporte de una banda que asaltó a un negocio abarrotero, al cual además de despojar de la venta del día decidieron llevarse dos máquinas tragamonedas, “lamentablemente es un delito muy común, ya nada es noticia, no hay negocio que no haya sido asaltado, pero no se dice nada al respecto porque cada mes los mandos tienen su <lanita> extra”, los criminales se dieron a la fuga en una camioneta Econoline, las cámaras del C4 detectaron que se dirigieron hacia el cuadrante donde César H. era encargado, <<¡Atención cuadrante, quien esté cerca!>> “yo supe que estaba cerca y me lancé para ver si de casualidad los encontraba, y sí los encontré así que apague las luces y casi a ciegas los intercepté a mitad de una calle que estaba cerrada por una fiesta”. Para este momento, este policía se ha vuelto un cronista, una historieta parlante, “ y ¡ruuun! que los sigo, ¡zaaaz!, entonces ¡puuum! que le pegan a un carro, ¡clac! empuje la puerta de mi unidad”. A César le gusta relatar historias.

Ese día decenas de casquillos fueron encontrados en el piso, al inicio fue un enfrentamiento de cuatro contra uno, pero ninguna bala rozó el uniforme azul

“intenté aplicar el protocolo de primero intentar hablar, pero no me dieron permiso -dice con ironía- así como me baje comenzaron a dispararme…<<K8, K8 porque me tienen 4>>, tenía miedo de mi vida, pero no de matar a alguien, en ese momento nadie piensa en las consecuencias…”

“Al menos herí a uno de los delincuentes y se logró atrapar a dos más, recuperar lo robado, nadie de la fiesta que interrumpimos resultó herido, excepto un señor que encontramos tirado atrás de un carro, estaba rezando y llorando… a pesar del mal trago tuve algo bueno, las caras agradecidas de todas las personas que vieron lo que sucedió y unas semitas de mole que me invitaron” dice entre risas.


INSENSIBLE


Dice que no tiene miedo, que si lo hubieran herido estaría contento de saber que no se acobardó, aunque ahora fuera un cadáver estaría satisfecho por morir haciendo su trabajo.

Y hablando de cadáveres ¿cómo se lidia con ellos?, la duda generalizada de que es lo peor que un ser humano puede presenciar es esa… para él no, “te acostumbras, yo fui perdiendo el asco, sí, asco por la situación, definitivamente ver a una persona desfigurada por un accidente, personas trituradas por un atropellamiento o partes de alguien como ajuste de cuentas entre cárteles de la CDMX es algo muy impactante, pero eso más bien me da tristeza, lo que me da asco es que ese tipo de cosas se han vuelto normales, cada día hay más indiferencia por parte de mis superiores, y también por algunos de nosotros, no voy a mentir”.

Le ha afectado, su gesto no es el mismo, uno lo puede notar con facilidad al ver las fotografías que sonríen a quien las ve. Sus densas cejas permanecen intactas, “todo cambió, ahora tengo más cicatrices” asegura mientras señala la cortada en su rostro, las costras de su rodilla derecha, la marca en forma de espada que tiene cerca del codo. No puede señalar las heridas emocionales, pero sí las platica.

“Me he vuelto más duro, ya no me impresiona ni me afecta tanto ver gente herida (¿cómo eras antes?) yo era blandito, tenía ganas de abrazar a la gente, quería curarlos, ayudarlos a como diera lugar… hoy no soy así, soy insensible”.

Los cambios los acepta, no extraña al César que lloró cuando murió un motociclista frente a él, no extraña al César que sacó al tráiler de Insurgentes, “era un idiota, todos me veían la cara de… no vivía en un mundo real, la calle es la realidad, el peligro, mi trabajo me hizo estar con asesinos, con rateros, con violadores y eso ya no es <bonito>... por eso no creo en nada, para mí no hay ningún ser divino, si existiera y si fuera tan bueno como dicen las cosas malas que suceden cada día en el mundo no pasarían, y si existe entonces no es tan bueno… ¿Por qué permite que tantas mujeres sean violadas, tantos niños sufran, tantas personas mueran?”


RENDIDO



César Hernández ya no se visualiza treinta años más como servidor público, no mientras las cosas sigan como hasta ahora,

“no creo poder soportar más tiempo, no duermo bien, me siento estresado... me gustaría tener un negocio, tal vez intentar incorporarme al negocio de mi familia: sembrar café, tal vez ser policía pero de un lugar más tranquilo, yo sólo quiero ser dueño de mi tiempo y mi vida… a lo mejor así si podría estudiar una carrera, ya no quiero seguir dedicándole mi existencia a una institución y sociedad tan corrompidas”.

Formar una familia no está en sus planes, su empleo absorbe más de la mitad de su tiempo y paciencia para mantener la estabilidad en el hogar, “me estresa la gente, me estresa mi trabajo, no me siento preparado para educar a mis hijos, necesito cambiar de trabajo si quiero familia, no puedo estar laborando en algo en lo que puedo perder la vida fácilmente, no quiero dejar niños desamparados… prefiero relaciones que aún no me comprometan”

Sus palabras vuelven a ser golpes, a cada segundo cambia de posición, hay temor de que pueda perder el control y ya no quiera seguir con la entrevista, aunque parece que él lo ha tomado como una terapia, desvía las preguntas y las aterriza a relacionarlas con lo “asqueroso” que es la Policía y sus mandos, “hoy estoy aquí por suerte, salí vivo de tiroteos por pura suerte y también por mi preparación… ese es mi coraje, yo me arriesgo y hay quienes no mueven un dedo, ellos no merecen ser llamados policías, no es lógico pasar seis meses aprendiendo cosas en la academia para querer estar agendando las citas a los pretores, o para andar archivando papeles, uno no recibe el entrenamiento para estar en la sombrita”

“Yo soy policía, no me gusta serlo pero es lo que me quedó, no aprecio mi empleo porque me ha traído las peores experiencias de mi vida; yo soy policía y he visto morir a compañeros, trabajo para un sistema que me mandó a la cárcel, cuido a ciudadanos que todos los días me insultan… los policías necesitamos un sistema que no nos dé la espalda, que no nos vea como los criminales si le disparamos a un delincuente que nos ataca, necesitamos que entiendan que el nuevo sistema penal no funciona… necesitamos que alguien nos crea y nos considere”.

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