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Mi vecino parece museo

Actualizado: 3 ene 2020

Es extraordinario, en el sentido más literal de la palabra, no es un vecino común, aunque muchos dicen que como él hay otros más en la ciudad y en estos tiempos creo que hace falta que se multiplique por todo el país… o el mundo. Lo veo cada día del año y desde que se vino a vivir a mi conjunto en octubre del 2010 no deja de sorprenderme; ni a mí, ni a los que lo visitan.


Y no es que yo esté de fisgón, sólo que soy mucho más alto y me resulta fácil ver todo lo que sucede en cada uno de los cinco pisos que hay en su casa a través de su enorme ventanal. A veces me sorprende ver cómo a pesar de mi color aduraznado, a las personas les agrada más visitarlo a él, y digo que me sorprende porque su apariencia serena y blanquizca casi no llama la atención, esto me intriga, más al saber que dentro de su casa alberga algo misterioso y enérgico, algo que, dicen, llama memoria.


Según he escuchado, ahí es donde sus visitantes pueden viajar al pasado a través de múltiples rectángulos parpadeantes que los hacen ser testigos de los actos más desalmados en la historia de la humanidad, además de curiosear su amplia colección de documentos auténticos acerca de los crímenes de guerra y hasta convivir con un vagón que donó el gobierno de Polonia, en el cual viajaron las últimas víctimas del Holocausto, pero no, no vayan a creer que lo hace para incomodar a sus invitados, el que acude ahí es para aprender y no repetir, eso dijo cuando el expresidente, Felipe Calderón, le dio la bienvenida. Así que los genocidios, como el del Holocausto, Camboya, Ruanda, Guatemala, Armenia y Yugoslavia están permanentemente en su cartelera.


La cosa no acaba ahí, pues entre sus paredes también eligió pintar la reflexión en algo que nombró tolerancia, esa parte de su casa que decoró con derechos humanos, altruismo, los grandes humanistas, cultura de paz y no violencia, etc. Es un sujeto muy considerado, pues hasta pensó en que sus acompañantes podrían traer a los niños, así que adaptó un lugar para ellos, en el que con ayuda de Plaza Sésamo los más pequeños pueden comenzar a formar una cultura de respeto y tolerancia sin necesidad de estar expuestos a material sensible.


Pero eso no es todo, ha recibido a millones de personas, ya ni yo que soy el estuche de la Secretaría de Relaciones Exteriores; un día vi que llegó el Dalai Lama, otro Javier Sicilia, también a Zenani Mandela y un montón más, a lo mejor ésa es la razón por la que tiene tantas salas, pero eso no es lo que me tiene más impactado. Cuando las personas pisan de nuevo la avenida Juárez no se cansan de decir lo asombrados que están, y no es para menos, se desvive en mostrarles cada rincón, no en balde ha recibido múltiples premios de manos de organizaciones como Cultura Colectiva, Hotbook, TripAdvisor, ArchDaily, Top MXCITY, etc.


Después de todo, creo que es un buen vecino, por cierto, ¿ya les dije su nombre? Es Museo de Memoria y Tolerancia y si quieren visitarlo pueden echarle un ojo a su sitio en línea: https://www.myt.org.mx/




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