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Crónica del feminicidio

Actualizado: 7 mar 2020


FOTO: ProtoplasmaKid
FOTO: ProtoplasmaKid

“Ema” se subió a la micro en Valle Dorado, “me detuve en la clínica 58 a checar mi gasolina y estaba mal, le dije: toma otro transporte porque mi carro está fallando, me pidió que la dejara más adelante porque ahí estaba muy oscuro, me arranqué y ya no la bajé, pasando el hotel Parque Satelite me metí en una calle a las orillas de San Lucas, apague el microbús, me le acerqué a ella y le dije <ya valió madres… porque te voy a violar” César Armando Librado Legorreta, feminicida serial, condenado a 240 años de prisión por el homicidio de seis mujeres y violación de siete en el Estado de México.



“Ema” tiene miedo, siempre tuvo miedo, lamentablemente su figura ha protagonizado miles de expedientes del sistema de “justicia” mexicano en los últimos 10 años (y otros tantos), muchas veces declararon su caso como accidente o suicidio, cerraron la carpeta para acabar pronto e irse a comer o fumar otro cigarro con los compañeros de la oficina. Su rostro ha sobresalido en decenas de marchas que protestan contra la violencia hacia las mujeres.


“Ema” transita continuamente por el Estado de México, ha vivido en Puebla, en Guerrero, en Tamaulipas, en Jalisco, ella es internacional, también ha estado en Colombia, Estados Unidos, Francia, Pakistán, de hecho en todo el mundo. Tal vez por eso ahora hay tantas personas marchando en en su nombre, seguramente todos la han mirado con lástima, algunos hasta con aburrimiento y desesperación de que todas las semanas aparece en los diarios o en la televisión, aunque últimamente es muy común verla en los puentes peatonales, en los postes de luz, en las esquinas de las calles más transitadas, si tiene suerte hay personas que se suben al transporte público a exhibirla en parabrisas o en una ventana, de vez en cuando su familia tiene los recursos para rentar grandes espacios publicitarios en las avenidas para anunciar su búsqueda, pero no siempre es así, a veces se tiene que conformar con algunos cuantos carteles que se pueden fotocopiar por 20 centavos arriba de 30 hojas.


Desde que era niña sufrió mucho, ha tenido que cargar con ese dolor desde entonces, siendo pequeña, frágil y sobre todo inocente, como cuando su padrastro la golpeó a puño cerrado y luego la pateó hasta dejarla inconsciente, después con ayuda de su madre, envolvieron el cuerpo y lo dejaron abandonado en la avenida Emiliano Zapata, de la delegación Gustavo A. Madero, posteriormente la reportaron desaparecida, pero sus declaraciones tuvieron bastantes incongruencias y sus victimarios terminaron por declararse culpables; esa vez su caso fue de los primeros que se consignó bajo el delito de feminicidio en el gobierno del entonces Distrito Federal, en 2011.


Desde ese momento “Ema” dice que las calles ya no huelen a dulces afuera de la escuela, mucho menos a los brazos de mamá, tampoco a la fragancia de un hijo y mucho menos a libertad. Asegura que ahora huelen a miedo, inseguridad y sobre todo: injusticia.


En otra ocasión, un 22 de septiembre la familia de “Ema” recibió una llamada en la que les informaron que no se presentó a trabajar, el frío que probablemente han sentido aproximadamente 25 mil familias en los últimos diez años les recorrió la espalda, tres días después apareció junto a otra mujer de 52 años en una maleta, y no como parte de un acto de contorsionismo, si no como una escena de crimen, un expediente más para la Procuraduría General de la República (actualmente Fiscalía General de la República).


Pero el corazón de “Ema” no siempre dejaba de latir, en unas cuantas ocasiones “salió con suerte”, tuvo que agradecer que sólo hubieran abusado sexualmente de ella, que la dejaran con contusiones cerebrales graves o paralítica, no siempre visitó la morgue, cuando salió “victoriosa” tenía que ir con médicos legistas que la trataban como prostituta (sin considerar que muchas de ellas también son víctimas), con agentes que le gritaron por no poder decir con detalles lo que le había sucedido, llegó a soportar más de 17 horas vestida con la misma ropa con la que la atacaron, “es cosa de protocolo porque hay muchos casos que atender”, tenía que ir a sesiones psicológicas que nunca le ayudaron a superar lo que le sucedió, tuvo que bajar la mirada ante los prejuicios de la gente que la culpó de su desgracia, se vio obligada a levantar la cara frente a sus hijos para que no sospecharan de su pesar, tuvo que escuchar a las autoridades decir que no había pruebas suficientes, que no se encontró a ningún sospechoso, que el caso permanecería abierto en lo que se hallaba algún indicio.


Vejaciones, desapariciones, violaciones, injusticias y asesinatos como los que “Ema” padece se convierten en combustible para que toda una oleada de familias, amigas, parejas, hijos y vecinos salieran a gritarle a la violencia; mujeres y hombres bañados de resentimiento, pero también de valor y ganas de detener el carrusel de feminicidios y atropellos sexuales y psicológicos comenzaron a despegar los labios y le quitaron las telarañas a su voz, tomaron pancartas, redes sociales, calles, avenidas, espectaculares, puentes, carriles confinados, espacios públicos, altavoces …derechos.


Pero la situación continua triste, o tal vez debería describirse como roja, parece que entre más valor y fuerzas toman las víctimas incrementan más los casos, aunque la situación no es la misma para la mujer del 2020, el sufrimiento sigue padeciéndolo, no importa que existan más de 70 asociaciones mexicanas que le extienden ayuda a aquellas que salen vivas de las manos de sus agresores, ni Alianza a Favor de la Mujer del D.F., ni Asociación Mexicana Contra la Violencia Hacia las Mujeres, ni Mujeres Unidas y Activas, han logrado conseguir la fórmula para erradicar este problema, menos el gobierno. Cada día siguen llegando madres, hijas, empleadas, alumnas que fueron atacadas, la única diferencia es que hay quienes salgan a gritar sus nombres para buscarlas, ya hay manos que protestan y pies que caminan kilómetros bajo el sol en busca de justicia, aunque ésta cada vez sea más difícil conseguir.


“Ema” es plural… es sinónimo de las 26 mil mujeres que han sido violentadas en la última década mexicana, mujeres como ella salen todos los días con el deseo de tener una vida tranquila, de utilizar vestido en temporadas de calor y sin la preocupación de llegar a sufrir acoso, de decir no cuando no quiera tener relaciones sexuales, quiere ser una niña que pueda subir con confianza al transporte público en días de lluvia o que no tenga que preocuparse cuando su mamá se retrasa diez minutos al recogerla de la escuela, quiere ser una universitaria sin miedo que el “valet parking” de su trabajo la asesine, quiere abordar un servicio privado de transporte con la tranquilidad de que no aparecerá sin vida en una barranca, Ema sólo quiere disfrutar su vida sin miedo, quiere vivir sin ese denominador llamado feminicidio.


Ema: Karen Esquivel, Mara Castilla, Mariana Baltierra, Ingrid Escamilla, Ena Xitlalhi, Mariana Yañez, Blanca Elia, Dayanna, Mariana Lima, Leslie Solano, Catalina Ganda, Felicia Barahona, Karen Alién, Fátima Aldrighett… y las 10 por día que se suman 26 mil más.

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