La octava es la vencida para Chucky
- Óscar Andrew
- 13 jul 2019
- 3 Min. de lectura

El muñeco diabólico, Chucky (creado en 1988 por Don Mancini) regresa remasterizado: con nuevo aspecto, nuevo origen adaptado al mundo actual, nuevas motivaciones, y aunque puede decepcionar para muchos por la ausencia de terror, seguramente los va a entretener este regreso triunfal.
Karen (interpretada por Aubrey Plaza) es una madre que ha tenido que criar a su hijo en solitario, y para tapar sus desatenciones le regala el muñeco de moda: Buddi (quien se autonombra después Chucky y tiene la voz de Mark Hamill, Luke Skywalker), el cual puede controlar toda la tecnología Kaslan que se encuentra en el hogar, sin embargo, una falla hará que el pequeño pelirrojo se comporte hostilmente.
Si recordamos las siete películas anteriores comenzadas en 1988 con Chucky: El muñeco diabólico, la premisa era que un asesino en serie llamado Charles Lee Ray (Brad Dourif, quien también le dio vida al muñeco en todas sus apariciones hasta ahora) transfería su alma a un muñeco de la marca Good Guys y para no quedarse como un muñeco para siempre tenía que transferir nuevamente su alma al primer sujeto al que le contó quién era en realidad, esa persona era Andy (Alex Vincent), un niño de seis años.
En aquellos años, el tema de la posesión era interesante para un público que aún no tenía la gran ola de cintas con esas temáticas y además planteó, mucho antes que Toy Story, ¿qué pasaría si tus muñecos tuvieran vida?; cabe recalcar que eso provocó que Chucky se convirtiera en un icono del terror (mas no que fueran buenas películas) y lo siga siendo en nuestra época, pero las ganas de generar dinero también provocaron que la saga fílmica se alargara hasta el 2017 con El culto de Chucky, se desvirtuara y ya incluyera a toda su familia.
Pero ese pecoso pelirrojo quedó en el pasado, porque Metro-Goldwyn-Mayer decidió reiniciar todo, dándonos como resultado a un Chucky más tenebroso y menos tierno físicamente; que ya no quiere matar a Andy, sino protegerlo y eliminar a todo aquel que se pronuncie su mejor amigo o que lo dañe; y adaptarlo en cuestión narrativa a la función de las tecnologías, algo así como Alexa para Amazon, Siri para Apple y ahora Chucky para Kaslan.
El problema principal, no radica precisamente en lo tecnológico del asunto, que podría ser cuestionado por tomar elementos de cintas como Pequeños guerreros (1998) o Yo Robot (2004) y plantear cuestionamientos de hasta dónde puede llegar la inteligencia artificial y sublevarse contra la humanidad, ya que animosamente funge como un recordatorio para reflexionar sobre el lugar que le damos a estos artilugios en nuestra vida; ni tampoco radica en el mensaje de amor que predica ambiguamente el personaje principal, ya que es la representación de la toxicidad actual en parejas y amistades o incluso, en el origen de su maldad que retoma aspectos del psicólogo Albert Bandura que dice que se aprende viendo; y mucho menos el problema tiene que ver con la sátira que le hace a las industrias tecnológicas ya mencionadas; y para nada en las creíbles actuaciones del joven Andy, dado vida por Gabriel Bateman, quien ya trabajó en Annabelle (2014) y Audrey Plaza, que se despega por completo de sus personajes fársicos y sosos de películas como Mi abuelo es un peligro (2016) y entrega una actuación firme y seria; y ni siquiera en la banda sonora que remite a lo clásico, hecha por Bear McCreary (The Walking Dead); sino que el problema radica en el tono general de la película.
El humor excesivo forma parte del desastre, ya que incluso el guionista Tyler Burton Smith (quien realizó la historia del videojuego Quantum Break) crea personajes dotados naturalmente de esa personalidad, y sí, funcionan, pero desvirtúan y mandan a segundo plano el terror, causando que lo sombrío y lo terrorífico de las atmósferas no llenen la pantalla, y también haciendo que el clímax de la cinta no tenga la fuerza suficiente para enganchar al espectador y por lo tanto, cae en picada la última mitad para pasar a ser desinteresada y hasta predecible. Aunque se le agradecen los guiños a E.T., el extraterrestre (1982) y Gremlins (1984) en parte de la escena final.
El director noruego Lars Klevberg (Polaroid, 2019) ofrece con El muñeco diabólico una reducción al concepto de Chucky (de ahí que Don Mancini se retirara del proyecto) y del terror que en su momento llegó a generar, pero que funciona para divertir y entretener con sus momentos violentos gore bien filmados y sus diálogos divertidos. Así que el regreso al cine de Chucky espera los números parciales para arrancarse con más secuelas.

¿Quieres ver el tráiler para convencerte de verla?
Nombre original: Child’s Play
Director: Lars Klevberg.
Guion: Tyler Burton Smith. Música: Bear McCreary.
Género: Terror. País: Estados Unidos. Duración: 90 minutos (1 hora y 30 minutos). Productora: Orion Pictures, Metro-Goldwyn-Mayer, KatzSmith Productions.
Distribuidora: Imagem Filmes Latam. Actores: Mark Hamill, Gabriel Bateman, Aubrey Plaza, Brian Tyree Henry, Tim Matheson, David Lewis, Ty Consiglio, Amber Taylor, etc.
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