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El arte de crear



Los días pasan lentos, entre la alegría y la desgracia, la aventura y la desesperación; cada línea, nota, compás, se vuelven irrepetibles, aunque tengo miedo al rechazo, a esas interminables críticas y comparaciones.

A veces pienso: no sirve para nada, sin embargo, pasan los días, las semanas, los meses, sigo adelante –mejor dicho, hace un año estoy así -; quisiera renunciar pero no puedo, ¿por qué? Difícil respuesta, siempre es un “me fascina hacerlo”.

En la actualidad, en pleno siglo XXI, hay cambios drásticos, por los cuales vivo al día, cambiando una y otra vez mis palabras, intentando usar el lenguaje correcto, llevando al éxtasis total, con sentimientos desencadenados y no solo algo pegadizo.

Creo, he perdido las esperanzas, cuando estoy a punto de dejar todo y continuar con una vida “normal” –si es que existe para mí- algo interno despierta y me pide escribir más, poner esa palabra faltante, que me encanta y resulta ser lo que buscaba, debido a este detalle, continuo sin descanso, hasta que logro terminar, gritando a los cuatro vientos: ¡por fin!

Me lleno de alegría, releo línea por línea, sintiéndome orgulloso del resultado, del esfuerzo y del sentimiento que desprende, me hace sentir las palabras de mi amigo Gerardo Villegas “la música se vuelve una gratitud”, aunque esa gratitud viene después de un gran caos mental y de sentimientos, volviéndose una historia.

Hacer música es oscuro, simplemente por poner al límite, haciéndote pensar ¿Qué estoy haciendo? Tanta es la desesperación que intentas agarrar todo lo ya hecho y romperlo en pedazos, antes de hacerlo, sin darte cuenta empiezas a leer tus avances, recuerdas los sentimientos desbordados, las desveladas, los cambios de líneas, y cuando terminas de leerlo, te dices: estoy haciéndolo bien, pero falta más –te enamoras de tus palabras, te sirve de inspiración-

Ahora ya no son miles de palabras, se vuelve un bello tesoro, lleno de satisfacción, donde ya no te importa el éxito -no es el objetivo-, solo quieres, con buenos versos, ser capaz abrir el camino, sea la calle, el bar de la esquina, el metro, donde sea –ya no importa el lugar- solo quieres dar a conocer tus palabras y despertar en quien las escuche un sinfín de emociones, y esperas lo disfruten tanto como tú al terminar.

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